La vie est verte

Y así fueron todos nuestros días; a veces había viento, a veces calma, algunas veces llovía, otras hacía mucho calor, pero la barca siempre iba. Conocí muchas personas nuevas, me encariñé en poco tiempo, convivimos muchos en un espacio muy reducido, a veces se armaban familias, otras veces no tanto, me enojé y desenojé muchas veces. Aprendí a ejercitar la paciencia y la tolerancia, principalmente conmigo misma, porque cada persona nueva que conocía me ofrecía un espejo, y uno no siempre se gusta del todo, supongo.

Vi muchos atardeceres y amaneceres, cielos estrellados, noctilucas, delfines, aguas azules e islas remotas, pueblos hermosos, castillos imponentes, faros inhóspitos, horizontes, me llené de vida. Sentí mucho amor, mucha pasión, mucha paz y una conexión brutal con la naturaleza y el mar. Navegué alrededor de 4000 millas y corrí regatas con las que soñaba hace muchos años... ¡Aprendí tanto!

El Gaudi fue nuestra casa, ¡Cuánta vida puede alojar un barco! Exploré todos sus recovecos y sus escondites; uno de los tambuchos de popa nos sorprendió con una infinita capacidad para alojar cosas, entonces le pusimos “Narnia”, era indescriptible la cantidad de objetos que podía albergar ese tambucho, de veras. El camarote de proa fue mi “Casita de las muñecas”, porque allí me maquillaba y vestía antes de salir de paseo o me refugiaba cuando quería estar sola. Recorrimos ciudades alucinantes, nos llevó el Gaudi. Para todos, aunque a veces por poco tiempo, fue nuestro hogar.

No podría explicar nunca lo que viví en estos meses en ese barco, tantas personas, tantas regatas ¡Tantas millas! El romanticismo de los amaneceres navegando, la soledad y el silencio del mar y los fantasmas que lo poblaban, las luces enigmáticas en el horizonte y las estrellas fugaces que revelaban felicidad cada vez que se caían sobre nuestros ojos. No podría explicar lo enriquecida que se siente el alma humana al haber compartido tantas cosas, al haber aprendido tanto, al odiarse y amarse con semejante amplitud, al sentirme feliz y darme cuenta, por las experiencias de cada día, de que realmente lo soy.

Gracias y... ¡Hasta la próxima, Gaudi!


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