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Mostrando las entradas de octubre, 2013

Ilustración de una desgracia

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La poesía del atardecer sobre los edificios es algo hipócrita; el amanecer sobre la chapa de un auto, sobre la fábrica que luce su techo serrucho, sobre las cal les delineadas por vehículos estacionados o sobre la antena de la terraza del vecino no es nada conmovedor. Por eso le digo a usted, señor publicista, quien usa el naranja del sol para embellecer las fotos de las obras públicas, quien permite ver en los cascos de los obreros el último rayo de sol y que dibuja la silueta de las máquinas con un excelente contraluz, que el romanticismo del ocaso se ve bastante atrofiado al lado de esas cosas que hacemos los humanos. Que no combina señor, el humo de la destilería con los colores del cielo. Seguramente usted se viste con zapatos de charol y pantalón de cuero, tiene su casa decorada con vírgenes y flores de plástico, a su hija le puso un nombre bastante feo y su mujer usa plataformas para ir al supermercado. Sepa que lo aceptamos tal como es, que todo puede ser tendencia, pero

El lado oculto de todas las cosas

Tuvimos desde 1885 una recesión cada 4 años, en promedio. Solo 4 veces a lo largo de toda nuestra historia pudimos crecer 4 años consecutivos al 4%, que tampoco es una taza tan importante. Solo 4 veces a lo largo de 125 años pudimos lograr esto.  Desde 1975, osea 38 años, Argentina tuvo 14 recesiones. Y además de esto tuvimos una crisis con nombre y apellido cada 5 años. Una crisis con nombre y apellido para mi es una crisis machaza, como son los huracanes en Estados Unidos, nosotros les ponemos otros nombres (Rodrigazo, Tablita, Plan Austral, Plan Bonex, Plan primavera, Hiperinflación, 2001) y esto es lo que nos hace un poquito más impacientes y cortoplazistas.
Parece que es difícil saber con exactitud lo que uno quiere. A tal punto que hay quienes creen que es mejor no tener demasiado para elegir.  Henry Ford aseguraba que cualquier cliente podía tener un auto del color que deseara, siempre y cuando quisiera que fuera negro, que era el color del que salían todos sus autos para abaratar costos.

Los costos hundidos

Los costos hundidos son aquellos que no pueden recuperarse y que, por ende, no deberían alterar los resultados de una decisión a tomar. Los ejemplos de este tipo de error en la vida cotidiana son infinitos: pagaste $50 por una clase de tenis por adelantado, por ejemplo, y eso requiere que te levantes un sábado a la mañana en vacaciones aunque tengas mucho sueño, igual lo haces para no perder la plata. En esa circunstancias vale hacerse la pregunta inversa: ¿No pagarías $50 para poder seguir durmiendo?