Ilustración de una desgracia

La poesía del atardecer sobre los edificios es algo hipócrita; el amanecer sobre la chapa de un auto, sobre la fábrica que luce su techo serrucho, sobre las calles delineadas por vehículos estacionados o sobre la antena de la terraza del vecino no es nada conmovedor. Por eso le digo a usted, señor publicista, quien usa el naranja del sol para embellecer las fotos de las obras públicas, quien permite ver en los cascos de los obreros el último rayo de sol y que dibuja la silueta de las máquinas con un excelente contraluz, que el romanticismo del ocaso se ve bastante atrofiado al lado de esas cosas que hacemos los humanos. Que no combina señor, el humo de la destilería con los colores del cielo.



Seguramente usted se viste con zapatos de charol y pantalón de cuero, tiene su casa decorada con vírgenes y flores de plástico, a su hija le puso un nombre bastante feo y su mujer usa plataformas para ir al supermercado. Sepa que lo aceptamos tal como es, que todo puede ser tendencia, pero que el atardecer y la retroexcavadora no combinan. Que la luz de esa foto debe venir de una lamparita bajo consumo, de una luz de tubo, o del fuego para el asado si usted quiere, pero no del sol en su momento más hermoso. Señor: lo está arruinando todo.


Comentarios

Entradas más populares de este blog

Descubriendo el estrecho

Mas allá de los sueños

El segundo Mistral