Viva la pepa

La estoy pasando bien, digo, en este viaje. Hay muchas cosas para hacer en la ciudad de Buenos Aires, y el alojamiento provisorio que me ofrecen mis padres es bastante bueno. Hace 14 años que ando viajando, es un montón pero creanme que se pasa rápido, y se aprende mucho. Aprendí de que se trataba la vida, a disfrutar y a aprender a disfrutar también. Siempre estuve rodeada de gente increíble y no tan increíble pero me llevé mucho de ellos, definitivamente eso es lo bueno que tiene este país, que se aprende.
Por otro lado les cuento que tuve que realizar mis estudios aquí ya que la educación es gratuita y mis padres me sugirieron que así lo haga. Mis años en aquella escuela fueron muy buenos, principalmente porque me hice de muchos amigos a los que sigo viendo… los voy a extrañar cuando me vaya. Igual que las amistades que me dieron las actividades que hice, fueron muchas si, y muchas las amistades entonces.
Cuando vuelva tendré que contarle todo a las personas de mi país. Posiblemente no se acuerden ya de mi cara pero los actualizo con mis noticias de vez en cuando. El problema es que hay cosas que no entienden, porque mi país es diferente.

Sinceramente todavía no he decidido si seguir viajando o volver. El problema de viajar es que uno siente que su vida es provisoria y eso te impide proyectar cosas a futuro, ¿Viste?
Además Buenos Aires está cada vez peor. Todos los días hay edificios nuevos y el sol se aprecia de 11:30 de la mañana a 15:30 de la tarde, porque después es pura sombra la ciudad. Las calles son oscuras aquí, en mi país son claras porque están hechas de conchilla, todo lo sacamos de la playa y de las montañas.

Cuando me fui había apenas un par de casas sueltas por ahí, vivía mucha gente pero se conformaban con casas más chicas ya que la mayor parte del tiempo no estaban en ellas. Recuerdo que las casas estaban pintadas de blanco, todas, por ley. Y los autos también eran pequeños y de colores claros, por ley también, aunque había pocos ya que era más cómodo el traslado en bicicleta.
Nací en una casa que tenía un ventanal enorme y el sol se apreciaba desde su primer rayo de luz hasta el último. A mi gato le encantaba sentarse al sol y en el vecindario todos los gatos y perros tenían dueño y no había ninguno sin comer.
La verdad que mi país es maravilloso. Me dijeron que no cambió nada, ni va a cambiar porque las personas que habitan en él son personas con buenas intenciones y mucha paz. No son ambiciosas y solo se dedican a disfrutar de la naturaleza y de la vida cerca del mar.

Pensándolo bien, quizás vuelva. Dejar atrás las amistades y la familia es parte del viaje dicen, ellos eligen quedarse acá aunque los he invitado reiteradas veces.
La estoy pasando bien aquí de viaje, en Buenos Aires. Es una soñadora tarde de domingo de otoño y el sol baña el piso del balcón de la casa de mis padres donde estoy alojada.
Tengo la cara bronceada y me duele un poco la cabeza, habré tomando demasiado sol, pensé después, a veces te abomba, ¿Viste?..

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