Cristo va al Colón


La primera vez que vi costa sin gente tuve una abrumadora sensación de conquista, de carabela que avista tierra, de Cristobal Colón.

La siguiente se trató de conocer playas inhóspitas, sin huellas en la arena. Contemplé el mar como si nunca antes lo hubiera visto. Tuve un sentimiento emotivo de supervivencia, de Cristobal Colón, de estar a salvo.

La tercera fue cerca de Necochea, desde el barco vi la rompiente y detrás de ella unos médanos inmaculados, llenos de naturaleza. Me emocioné también pero en esa ocasión realmente sentí que debía ser salvada de alguna forma. Cuántas veces somos salvados sin darnos cuenta...

Como cuarto caso cito el ejemplo de un faro y me pregunto que hay detrás de esa luz que me emociona tanto, serán las Carabelas... Cuántas veces somos salvados sin darnos cuenta.

Y miro el agua moverse y mi discernimiento me presta a veces buen servicio cuando el cansancio en el agua se vuelve cotidiano, entiendo que puedo pasar muchos días en alta mar pero aunque solo pasen pocas horas voy a emocionarme al ver ese horizonte con tierra. Como Cristóbal Colón, como en las Carabelas.

Entonces hago una pausa y sentada en la banda de un velero, con el agua salpicándome los pies, mirando fijo aquellos médanos a lo lejos me pregunto

¿Seré Cristobal Colón?

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