Testigo Nº 4 – El explorador.



“Me habían hablado de una tribu indígena que residía en algún paraje aledaño a la ciudad de Mar del Plata. No existían libros ni cartografía al respecto, y los conocedores del tema aseguraban que caminando al sudoeste erráticamente durante varias horas (hasta un día según el paso) se podía llegar con tranquilidad… .
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Aconsejan llevar alcohol suficiente para el viaje, ir desarmado, solo y fundamentalmente, salir de día y arribar después del crepúsculo; de lo contrario sería imposible encontrar a los nativos, ya que no soportan el sol y recién abandonaban las sombras de las cuevas bien entrada la noche…
Así lo hice, dejé temprano el asfalto y caminé a campo traviesa sin mirar atrás…
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Pasado el mediodía logré superar una serie de lomas bastante empinadas y otros obstáculos que imponía el terreno…
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Andaba cerca.
Más tarde noté un brusco cambio en el tipo de suelo, vi como mis pisadas se hundían una especie de tierra movediza o ceniza volcánica.
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También pude apreciar extraños cráteres y ciertas formaciones pedregosas que nada tenían que ver con las características de la geografía circundante… ahora sí estaba dentro de los límites del territorio de los “lunáticos insolados”.
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Tuve miedo, de hecho el sol aún no había caído. Me senté decidida a esperar la indispensable oscuridad, para eso destapé la cantimplora y bebí de a sorbos hasta la última gota….
Me despertaron dos personajes de rostros inconclusos que al percibir el terror que desnudaban mis gestos, no ocultaron su agrado. Me levantaron, uno de cada brazo y casi en el aire fui transportado hasta la puerta de la cueva del mismísimo “Cacique Dosuna”.
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Éste no tardó en aparecer; para gran sorpresa mía no vestía la tradicional indumentaria indígena de Hollywood, y además exhibía dos cabezas, o mejor dicho dos caras.
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De manera tal que en un momento creí que se había dado vuelta pero una voz que emanaba de otra cara siguió hablando como si nada hubiera pasado.
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Entonces fue que me convidó La Pipa y me miró tan profundamente que aluciné una radiografía…
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– Sé por qué hizo este viaje- dijo. Quise hablar pero no me dejó, – solo tiene que escuchar, voy a referir la historia por única vez. Soy el Cacique Dosuna (dos de una), jefe de la tribu y guía espiritual de sus miembros… Tuve seis hijos; uno de ellos llamado Leopardo Vir Thomsio, quien resultó tan incivilizado y ilimitado que hasta le hizo frente a si propia muerte…
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Su espíritu anda suelto y es capaz de tomar una o muchas cabezas a la vez. Ingresa en todos los organismos que lo invocan a través de la debilidad, los vicios, el insomnio y el resentimiento. Se instala en el hipotálamo y desde allí gobierna los sentidos y las acciones…
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Hizo un silencio y continuó.–Cuando vuelvas a la ciudad contarás la historia tal como sucedió, total, nadie te va a creer…-
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