A destino

Salgo de mi casa impaciente por llegar al destino al que me dirijo, camino diversas cuadras y finalmente estoy ahí. A las cinco o seis de la tarde en invierno es de noche, y cuando pienso en volver estoy pensando en cosas espeluznantes, pero no puedo quedarme eternamente allí, entonces decido partir.
El regreso a mi casa no es de mi agrado, y no sólo porque aquellos momentos en el día que me hicieron sentir satisfecha se acaben, sino porque la dicha ruta que debo tomar es solitaria en compañía del miedo.
Me despido de todos, queda uno solo que hará dos cuadras conmigo. Uno Solo se despide, y quedo sola, o conmigo, es lo mismo. El aire del día de hoy es espectacular, me transporta a veranos inborrables, memoriosas tardes que me acompañaron cuando así lo quise, y diversas otras cosas que no comprenden nada más que imágenes incesantes. Mientras camino aquellas imágenes me entretienen de manera gratuita para evadir el pánico. Cruzo una calle -Señor déjeme pasar rápido.- doblo, me cambio de vereda, voy, vengo, -Ese tipo me da miedo.- camino rápido pero el tiempo en el que llego es el mismo.
Me estoy acercando, mis sentidos al acecho porque soy una presa en estas cuadras, que no son más que mías. Soberanía.
El aire ya no es tan lindo, una leve brisa muy fría parece hacer remolinos en los cruces de las calles por esta zona. Como en esta zona hay más árboles hay tanto oxígeno que me cuesta respirar, el aire me falta, deberían sacar algunos árboles, eso pienso yo.
Empieza la corridata, caminar rápido, ¿por qué no correr?, ridículo, paranoia a flor de piel, intento ir a la par de una pareja que va de la vereda de enfrente, ¿Ellos harían algo por mi? Al menos pienso que no me podría pasar algo peor, yo no brindaría algo mas que mi consuelo si estuviese de la vereda de enfrente, o tal vez si, como supongo que lo harían ellos, me conviene pensar que lo harían, entonces camino a la par, pero en la otra vereda, lógico, no podría ir a la par por la misma vereda porque no entraríamos, las veredas en esta zona son angostas, perfectas para cometer un crimen, -¡No hay criminales en esta zona!- no, ya lo sé, pero puede estar en mi imaginación cuando yo lo desee, o cuando lo desee mi cuerpo, que funciona distinto que mi deseo. Deseo llegar, ya casi llego, tengo que cruzar la calle -¡Señor Déjeme cruzar rápido!- cruzo, introduzco mi mano ilegalmente para abrir la puerta, la abro, la cierro, portazo ¡PUM!
Parece que se cae, pero no, lo único que se cae es la confianza.

Comentarios

Entradas más populares de este blog

Descubriendo el estrecho

Qué lindo te vas a Punta.

Mas allá de los sueños